La fiesta de la Pascua es la fusión de dos fiestas primitivamente independientes: la fiesta de la Pascua propiamente dicha y la fiesta de los Azimos. La Pascua era una fiesta de pastores, en la que se ofrecían los primogénitos de los rebaños.
Los ázimos eran una fiesta de agricultores, en la que se ofrecían las primicias de la siega. Una y otra fiesta fueron adoptadas por Israel y puestas en relación con la salida de Egipto, la gran intervención salvífica, que señalaba propiamente el nacimiento del pueblo elegido. Esta significación común a ambas y su proximidad en el calendario hizo que se fundieran en una sola. Se celebraba en Jerusalén; empezaba el día 14 del mes de Nisán con la cena pascual; seguía la fiesta de los Azimos, que se prolongaba una semana; se retiraba todo pan fermentado; el primero y último eran días de reposo sabático. La Pascua es la fiesta por excelencia, de forma que cuando los evangelios hablan de "fiesta" sin más, se refieren siempre a la Pascua.
La fiesta pascual de los cristianos tiene sus raíces en la pascua de los judíos. Cuanto mejor conozcamos la celebración judía, tanto mejor comprenderemos el papel de la tipología pascual del Antiguo Testamento para interpretar el misterio de la muerte y la resurrección de Jesús y tanto mejor comprenderemos lo que celebramos en la fiesta más importante de nuestra Iglesia. En Ex 12,1-28 se nos narra la razón por la cual los judíos celebraban la fiesta pascual. La narración está compuesta de diferentes relatos, que proceden de tiempos diversos. Podemos recordar lo siguiente:
Lo que era la fiesta de la Pascua antes del éxodo
Desde tiempos inmemoriales, los pastores nómadas celebraban, con ocasión del comienzo del año, o mejor aún, con ocasión de la época de transición entre el invierno y la primavera, una fiesta especial.
Era la época del año en la cual nacían las crías de las ovejas. Era la época en la cual ellos tenían que comenzar de nuevo la peregrinación que los conduciría al país cultivado, en cuyas inmediaciones podrían pasar el tiempo del verano.
En la noche del primer día de luna llena de la primavera se reunían los pastores en el desierto, sacrificaban un cordero, realizaban un rito mágico para espantar los espíritus que podían perjudicar a los ganados o para ganarse la protección de los buenos espíritus, y celebraban una cena. En esta cena comían las carnes del cordero, con los vegetales que podían encontrar en el desierto. Cuando la celebración tenía efectivamente un sentido religioso, agradecían a los dioses la protección sobre los ganados y la que ellos mismos experimentaban en la peregrinación que los llevaba más allá del desierto.
En algún momento, cuando ya el pueblo era sedentario, la fiesta de la Pascua, que era una fiesta pastoril, coincidió con la fiesta de primavera de los agricultores, que consistía más que todo en comer los panes sin levadura, amasados con los primeros frutos de la cosecha de cereales.
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